4 de enero de 2009
Tal como se elevan las cometas, debemos elevar nuestro pensamiento, acercarnos a las nubes, a las estrellas y a los ojos de Dios. Las cometas se van con el viento y acarician el
cielo con sus colas de trapo. Vayámonos también, con el viento, para que se iluminen las alturas y no falte el verano sobre toda la tierra. Las cometas se mecen en el aire, sobre los valles y los montes y las miramos con amor, con alegría y con asombro. Nos sentimos altos, como ellas, y las sentimos palpitar en las manos a través de una cuerda. Podemos los adolescentes, ciertamente, ser como esos cometas, altos e inalcanzables, si nos dedicamos a sentir que nos nacen dos alas en la espalda. Porque la verdad, es que subimos, como cometas invisibles, las almas que aman la belleza y se preocupan por su perfección. De verdad, no sólo las cometas pueden llegar a las alturas, con su música y con sus plumas de papel.
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